La historia está atiborrada de pusilánimes, pero sólo la escriben los valientes. Y algo de esto tiene que ver con lo que está pasando en la ciudad de Tafí Viejo. Políticos demagogos son la mayoría, pero los que hacen lo que debe hacerse, aún a riesgo de perder elecciones, son los que se necesitan para cambiar el mundo.
Después de la explosión automovilística del Siglo XX, el ser humano empezó a darse cuenta del desastre que estaban causando los motores a explosión en la vida de la gente.
Al principio trajo algunos beneficios, principalmente al acortar las distancias y los tiempos de traslado en relación a la antigua tracción a sangre. Pero luego se fue descubriendo que las ciudades se estaban desarrollando en torno de las necesidades de los vehículos y no de las personas.
La debacle comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando a raíz del boom económico se disparó la venta de autos a nivel global. Incluso, en países con una fuerte tradición ciclística y peatonal, como Holanda o Dinamarca, el uso de la bici cayó hasta un 80%, mientras crecía la combustión.
Tal vez por esto, los holandeses fueron pioneros en cuestionar la dictadura del auto. En 1971 se produjeron en Holanda 3.300 muertes por accidentes de tránsito, entre ellas más de 400 niños. Entonces se levantó la sociedad civil y obligó a la clase política a repensar la forma en que estaban viviendo. Surgieron grupos de protesta, como Stop Kindermoord (paremos el asesinato de niños) que lideraron diferentes actividades, como marchas, cortes de calles para que los niños jugaran al fútbol, pintadas en donde había muerto gente atropellada, y presentaciones de ideas y proyectos urbanos alternativos.
A esta ebullición social se le sumó la crisis del petróleo, en 1973, lo que empujó a las autoridades a recoger el guante con un mensaje contundente: “hay que adoptar un nuevo estilo de vida y dejar de derrochar energía”.
Hoy, se sabe, Holanda es el paraíso de las bicicletas y Amsterdam, la capital mundial de los pedales.
Muchas otras naciones empezaron a mirar con asombro lo que estaba pasando en los Países Bajos: luego de 30 años de implementarse los cambios, en la década del 80, la contaminación por combustión se redujo a casi cero en algunos barrios; lograron una de las tasas de muertes por accidentes más bajas del mundo; las ciudades son silenciosas; la población es más sana y vive más años que el promedio; y las guardias de los hospitales se vaciaron.
Se estima que una persona que viaje en bici y no en un vehículo motorizado ha dejado de emitir, en promedio, 1,2 toneladas de gases tóxicos al año, como óxidos nitrosos y compuestos orgánicos volátiles, muy dañinos para la salud.
Si en Holanda, según datos oficiales, se realizan 14 millones de viajes en bicicleta en un día hábil, imaginemos los millones que ahorran en energía, además de gastos por accidentes y enfermedades.
En la Ciudad de México, asfixiados por la contaminación atmosférica, iniciaron esta reconversión en 2010. Estiman que hoy, con 230 kilómetros de ciclovías construidas, ahorran 70 millones de dólares al año. Se obtienen de monetizar los beneficios de mayor actividad física, menos accidentes, mejor ambiente de viaje (que redunda en mayor salud, menor estrés y gastos médicos); en menor ausentismo laboral y menos ruido (que reduce el estrés y las pérdidas productivas), y en menores emisiones contaminantes y gastos en combustible, cocheras, patentes, seguros, repuestos... Los mexicanos también comprobaron que en distancias cortas y medias (entre 5 y 9 km) la bicicleta es más rápida que el auto, ya que no sufre atascos ni búsquedas de estacionamiento.
Más de mil razones
Quizás el beneficio más importante que produce la bicicleta es que extiende hasta cinco años la vida de una persona que la usa diariamente. Sólo este dato debería bastar para subir a una bici a todo el mundo. Pero tiene muchas otras ventajas, además de las ya mencionadas: la bicicleta es equitativa y accesible para todos; se viaja más divertido y seguro; con menos caos en el tránsito se generan espacios más agradables en la ciudad y estos atraen turistas y clientes; un ciclista tiene un 40% menos de posibilidades que un sedentario de enfermarse de cualquier cosa, además de un 50% menos de riesgos cardíacos; andar en bici quema 500 calorías por hora -puede ser más o menos, dependiendo de la intensidad; mejora la capacidad pulmonar, llega más oxígeno al cerebro, fortalece las articulaciones, alivia los dolores de espalda y aumenta la libido sexual (el doble en la mujer que en el hombre); en las calles peatonales o con ciclovías la tasa de criminalidad es 20 veces menor, porque “hay más ojos mirando”; las personas que pedalean al trabajo están más alertas, son un 15% más productivas y porque reciben más oxígeno son más creativas.
Uno de los temores que se plantean a menudo -y Tucumán no es la excepción- es que el avance de las ciclovías y las peatonales puede perjudicar al comercio. Ocurre todo lo contrario.
Se comprobó que los ciclistas consumen más en comercios minoristas que los automovilistas. Una de las razones es porque ven algo que quieren o necesitan y sólo deben detenerse y comprarlo. El automovilista casi no puede ver las vidrieras, además debe buscar dónde detenerse y si lo hace pierde mucho más tiempo.
Un estudio realizado en Toronto (Canadá) comprobó que los ciclistas, en promedio, cuando viajan compran 11 veces al mes, mientras que el automovilista sólo siete. Y que el 75% de los automovilistas compran sólo dos bolsas, que es lo mismo que se puede transportar con facilidad en una bici.
El amanecer taficeño
Todas estas razones llevaron a que cada día más ciudades en el mundo, con tránsitos endemoniados, contaminadas, ruidosas, gente estresada y con accidentes en rango epidemiológico, les vayan restando espacios a los autos en beneficio de peatones y ciclistas. Este es el sendero que ya transitan con éxito en Argentina ciudades como Rosario o Buenos Aires.
En Tucumán, el milagro parece que quiere empezar en Tafí Viejo. Al menos, se ha iniciado un cambio de paradigma, lo que no es poco, ya que va en contra de nuestra tradicional demagogia y de fuertes intereses mezquinos.
La Municipalidad de Tafí Viejo, administrada por el peronista Javier Noguera desde 2015, comenzó la construcción de una ciclovía inédita para esta provincia (foto). La cicloruta nace en la remodelada y reinaugurada hostería Atahualpa Yupanqui (por avenida Paysandú) y culminará, cuando se finalice, donde comienza la central avenida Alem, en la estación de trenes.
Una ciclovía es una ruta para bicicletas, delimitado con pintura y, en general, con separación física, montada sobre una calle o calzada. Las bicisendas, en cambio, se encuentran sobre la vereda y no tienen una separación física.
“No es una medida muy popular y estamos escuchando muchas quejas, porque la gente está acostumbrada a estacionar donde quiere. Pero son obras que hay que hacer, pensando en mejorar la calidad de vida a largo plazo”, explicó Federico Carrera, secretario de Desarrollo Local y Promoción del Trabajo de esa ciudad.
Cuando se termine esta ciclovía tendrá una extensión total de casi tres kilómetros. “Es la primera y luego se irán evaluando las siguientes necesidades. Tafí Viejo tiene una tradición en el uso de bicicleta y veremos si ahora se masifica”, dijo Carrera.
En Santiago de Chile, en cuatro años de ciclovías, el número de ciclistas se incrementó el 45%. En Rosario fue del 52% desde que se inició la construcción de ciclovías, en 2008, lo que además redujo el número de accidentes en un 65% en estos diez años.
“Lo que la ciudad tiene que ser está por encima del capricho de la gente. Sabemos que la bici extiende la vida entre 4 o 5 años; entonces hay que apostar a eso”, aclaró el funcionario taficeño.
“La tendencia mundial es quitarles lugar a los automóviles, ocuparles los lugares de estacionamiento, los carriles importantes, dificultarle la vida al auto para que la gente busque otras opciones. Lo mismo que se está haciendo con el fumador, hay que obstaculizarle la vida al auto y facilitarle la vida al ciclista”, explicó Carrera.
Las ciclovías deben servir para conectar lugares importantes, neurálgicos de una ciudad, y para solucionar otros problemas de tránsito y transporte, como hacerlas donde está prohibido estacionar.
Si las ciclovías son obras de bajo presupuesto, rápida ejecución y altísimo impacto urbano y sociocultural, entonces, ¿por qué no se hacen? Porque son impopulares al principio y resistidas por comerciantes y empresarios del transporte.
Desde los 90 se vienen presentando en San Miguel de Tucumán distintos proyectos para la creación de ciclovías. Ya perdimos casi 30 años. En 2009, el Concejo Deliberante aprobó la creación de una red de circulación para ciclistas. La norma contemplaba circuitos y tramos seguros para bicis que comunicaran diferentes puntos de la ciudad, así como estacionamientos gratuitos y adecuados. Pero siguen ganando los mezquinos y los pusilánimes que no escriben la historia ni cambian el mundo. Mientras tanto, en Tafí Viejo están sembrando una semilla. Ahora esperemos que la enredadera crezca y se expanda por todo el Gran Tucumán, para que nuestros hijos sean más inteligentes, más sanos, y más felices que nosotros.